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Meditaciones fantasmagóricas

Diario

Matar, asesinar, destruir,

Durante un buen rato solo he pensado en matar, asesinar y destruir. Matar, asesinar y destruir.

Como un robot torturador de los que verán en el futuro. Sin dejar de hacer mi trabajo nunca. Sin un porqué dejar de hacerlo. Había torturables por todas partes. A treinta grados, treinta y dos grados... Por todas partes... terinta y uno... Si una paloma se hubiera encontrado en las inmediaciones de mi pierna izquierda hubiera volado más rápido que nunca.

Solo he pensado en explotar, en salir de mi cuerpo. En abandonar la camisa de fuerza que me impide doblegar el mundo. En escupir fuego. En derribar muros. En ponerme todo verde, todo azul, todo negro y todo rojo... y no estoy hablando de ropa.

Menos mal que andar y conducir han suplido a todas juntas. A parte de trabajar, que hoy, con el trabajo habido- y no poco-, ha sido un alivio( y yo te ailoviu- no puedo parar con este frikismo).

Gilipoyas

Soy un gilipoyas, pero quiero llegar a ser un gilipoyas.

Mi buen amigo Carl

Que no se llama Lenny porque es negro.

Si Carl Lewis levantará la cabeza hubiera visto como un señor de veintitrés años le adelantaba para coger un taxi.

Joder que sofoco llevo.

Mi cabecita 2

Y hay veces que mi cabecita me juega malas pasadas.

Si ya es el día que tengo libre es que me ... en tó, la.... madre que parió a Manolete....

Mi cabecita

Loca, como siempre. Heredada de mi padre.

Me juega buenas pasadas. Es el subconsciente, más cabrón que yo, lo que me ayuda a conseguir lo que quiero.

Ante cualquier problema, cualquier duda, cualquier cosa... ya jamás temeré. Porque todo lo que necesito lo tengo en los calzoncillos.

Y en el bolso. Y en el bolsillo. Y en el suelo de mi habitación.

Y en un largo recorrido de lugares que no tienen ningún sentido cuando todo lo que quiero lo tengo en los calzoncillos.

bfff

Demasiado trabajo y poca diversión hacen de Rubén un aburrido,

Deamsiado trabajo u poca dicersiom hacend e Ruben un aburrido-

Dea,soadp yrabajo yRiben un aburrifo poca duversion hacen dr

 

Trabajar, dormer, comer.Trabajar, dormir, comer. Trabajar, dormir, etc...

Lujo

Buena música, un coche y gasolinas. Y kilometros.

La próxima vez me fijo en el coche de enfrente.

Taxi!!!

Paso de cebra con poca visibilidad. Sin semáforo. Paso despacio entre taxis que dejan su sitio al paso de cebra esperando clientes a quienes transportar. Giro la cabeza casi saliendo de la maraña de taxis. Apenas veo nada del carril libre que dejan los taxis.

¡Coño! Un taxi velozmente se dirige a gran velocidad al punto de intersección de caminos y momentos.

Sólo un áspero pero leve Me cago en Dios.

Ni aspamiento de brazos ni nada.

Pensándolo luego, diez metros de distancia no hubieran sido suficientes para aterrizar. Quizás para algo más sí.

Hijo de puta.

Señor

Es cumplir los veintitrés y empezar la gente a llamarte señor

Vs

Qué distinta es la ciudad del pueblo. No ha más que darse una vuelta por la piscina.

Abstenganse LameriRisa perturbad@s de hacer comentarios.

Porque siempre lo sea

¿Y qué voy a hacer sin tu sonrisa? Que era la mitad del sol que me guiaba. Que no obserbava ni me fijaba en ella. Que me sacaba de las emboscadas de la vida.

¿Qué voy a hacer sin tu sonrisa? Que se fue apagando las luces. Tiñendo la otra mitad del sol de oscuro. Desesbozando la otra, de quien también formaba mi estrella.

Cada sonrisa era cien veces lo que lo son ahora, y todas juntas eran imposible de calcular con respecto a las de ahora.

Porque siempre lo fuese...

Porque siempre lo sea...

Porque siempre lo seas

And there is a train

Hasta hace cuatro días no me había leído nada más que los libros obligatorios del colegio. A partir de esos días y hasta hoy, he conseguido leerme dos.

Soy un perezoso. Me cuesta ponerme a hacer las cosas demasiado. Incluso las cosas que me gustan.

Cuando era un crío me encantaba leer. Deboraba los libros del Barco de Vapor y del Aladelta de un día para otro. Hasta en un día me los comía.

Pero con el paso de tiempo dejé la lectura para revistas de... heavy metal. No veas cómo escribían, y siguen haciéndolo, los tíos. Más tarde, internet me aportó lecturas de... heavy metal también. Y al tiempo me dí cuenta de cómo escribían.

Al meollo. El caso es que una amiga me recomendó un libro. Se puede decir cual era, puesto que no era de heavy metal, era 1984 de George Orwell. Y me buscó alguna página donde poder leerlo. Y así lo hice, me lo leí. Por internet.

El otro día fuimos a la Fnac y, a parte de dos discos de Opeth, me pillé un par de libros. Uno era la Guía del autoestopista galáctico y el otro uno que me recomendó, que todavía no he leido, y que no recuerdo su nombre.

Pues empecé a leerlos en el tren, ese mismo día. Y hoy ha sido el viaje de tren más aburrido en mucho tiempo. Se me ha acabado el libro antes de subir al tren. Mucho antes de subir al tren.

Menos mal, que se han conjuntado una serie de planetas reflejando luz en la ventana de enfrente de mi casa, y me ha hecho recoger el mp3. Si no, me tiro en marcha.

Espabila

Te sientes sumergido en un oceano sin costa, Te ahogas. Sacas la cabeza para respirar menos de lo recomendado. Te encierras. Te marginas. Sólo comes lo justo y necesario. Escuchas, observas, espías. Comentas, callas. Te encierras. Vuelves a acariciar la superficie para respirar.

Y así eternamente, sin salir de tu oscuro rincón. Como el exclavo que no sabe que hacer con su libertad.

Espabila, es más fácil de lo que imaginas.

Y mucho más divertido.

Poderosos

Estos dos pipiolos pudieron contra cinco.

Hipnósis

Una vez asistí a una sesión de hipnósis que prepararon para fiestas del pueblo. Cómo será eso, no. Pues un amigo mío se presentó, probablemente con algún traguillo de más, para que le marearan la cabeza.

Siempre había tenido recelos sobre si lo de estas prácticas serían verdad o no, pero en poco tiempo se me pasarían dicho día.

El hipnotizador los durmió y todo ese que hacen en dichas sesiones. Luego hizo olvidar a todos su nombre, menos a mi amigo, quien sólo olvidó su apellido. Por este motivo le mantuvo castigado durante un tiempo de diez a quince minutos con la boca abierta. Formando una "O" mayúscula, vamos, del tamaño de una boca. Y el tío no movió la boca. Y entonces deduje, es cierto, la hipnósis funciona. Nadie es capaz de quedarse tanto tiempo boquiabierto y sin que le resvale la baba por la barbilla.

Luego un montón de jueguecillos con los cuatro o cinco hipnotizados: que  si están todos desnudos, que si tú también; que si este zapato es tu hijo, ahora no... Y llegó prácticamente el final.

Hizo tiras de papel de periódico y les convenció, de que cada papel valía como el dinero. Entonces empezaron a discutir. Empezaron a rapiñear.

Luego, los tíos, no quisieron invitarnos ni a ún triste kalimotxo. Y al rato, tiraron los trozos de ese papel gris a la basura.

Porque yo lo sigo valiendo

Para mí ir a la peluquería es uno de los ritos estéticos a los que más temo y más sufro.
Empieza poco tiempo después del acto anterior, con un cálculo premeditado de cuando es la fecha en la que debería volver a la tarea. Unos tres meses me separan del destino final por el momento.
Llegada esa fecha, contemplo mi pelo, que empieza a enredarse con más fuerza que de costumbre. Observo el calendario y los tres meses no han logrado sobrevivir al paso del tiempo. Empiezo a plantearme pedir vez para cortarme el pelo, pero eso son cosas que se pierden en la memoria, acostumbrada ya a guardarme secretos. Un mes más, ya van cuatro.
Tanto mi hermana como mi abuela, empiezan a comentarme, indirectamente que tengo que quitarme esa cosa de la cabeza que me queda feísima ya. Yo lo se, y se lo comunico. Pues a ver cuando me corto el pelo, que ya es hora.
El caso es que con la tontería, cada viaje al pueblo durante uno o dos meses más, siguen insistiendo en que me corte el pelo, no se cansan las cabronas. Ya me lo dice hasta la camarera del bar Te quedaría mejor como Bumbury. Pues como que no me lo voy a cortar tanto ¿no?
Llegado un día por estas fechas decido por fín de verdad cortarme el pelo. Si no hay desavenencias temporales, profesionales o metereológicas, acudo a cortarme el pelo. Haz lo que quieras pero no te pases es lo que suelo decir. Pero no coincidimos en el significado de pasarse, así que me veo en el espejo y me queda menos de la mitad de mi pelo, de mi añorado pelo. Pues pago y me voy.
Después llega el momento en que me doy cuenta de que tenía una melena larguísima, y que volver a tenerla, dado el imparable avance de la nada sobre mi cabeza, va a ser harto improbable. Me siento como una quinceañera que no le hacen el corte que quiere.
Al poco tiempo se me pasa, a pesar de que me de igual que todo el mundo me diga que estoy -aún- más guapo así-que capullo soy.
Esta vez no he sido tan descabellado como aquella vez. Esta vez que yo quería...
Este texto es un recuerdo del pasado

Siniestro

Como aquel cargado con una ametralladora en mano en el barrio del Bronx.

Camiseta de tirantes blanca. Topeada por sangre. Pantalones vaqueros, también moteada con gotas del mismo licor. Zapatillas de deporte, pero esas de ahora, de ir informal. Despeinado y con un vendaje en el codo tras algunos puntos de sutura, tras la dolorosa límpia de la herida.

Parecía papel desenrrollado la chapa azul a su lado izquierdo. Los cristales, tornados a verde después de partirse, se esparcían en un juego aleatorio de brillos. El cuadro de las ruedas desdibujado. Las delanteras reventadas, arrugadas y roidas. El móvil, ropa, cartera y una mochila.

A pedradas contra los cristales. A patadas contra el capó. Sigue el rasto de restos para contemplar la magnitud.

Alguien le dice que no ha podido ser tan lejos, pero sabe que ha tenido que ser así.

Y menos mal.

Aquella pobre mujer

Hoy, esperando a que me sirvieran un drum kebab, una pobre anciana le ha preguntado al camarero, turco, si se tiraba de un puente.

No he esperado la respuesta del enmarronado camarero y he invitado a la señora a no hacerlo.

Me ha estado contando que es mayor, que no tiene ganas de vivir, que no encuentra sentido a su vida. Le he empatizado, comentándole que yo, a veces, tampoco se lo encuentro, y eso que yo apenas he vivido la cuarta parte que ella. Pero que aunque halla pensado así, después llega un motivo, una alegría una sonrisa un algo que me hace olvidarlo y estar a gusto.

Me ha continuado diciendo que sus hijos le han robado, que la han metido en un asilo y han vendido su casa. Ella, al parecer, no ha visto un duro. Y los hijos, hasta que ella muera, tampoco podrán verlos.

Le parece que tiene poca intimidad en la residencia. Que los limpian demasiado, que no les dejan dormir y algún detalle omitible. Que tenía un amigo y más detalles omitibles, pero que ella no era la ... de nadie. Y que sólo la quieren por su dinero, mientras me ensañaba, la pobre mujer, anillos de oro, un broche que alguna vez fuera un colgante y un valioso viejo reloj.

Sus hijos, según me contaba ella, no van nunca a verla. Sólo quieren su dinero. Así como la gente que a ella se le acercaba.

E insistía, erre que erre, con el plan del suicidio.

Yo no sabía que decir, parecía nadie querer a esta pobre mujer. Aunque ella tampoco pretendía ser querida.

Le he propuesto que buscara amigos en la residencia. Y a pesar de las numerosas pegas que me ha puesto: las mujeres siempre cuchicheando por aquí y mi amigo, ahí lo he dejado y me he ido al parque... al final ha parecido hacerme algo de caso al decirle que había tenido mala suerte de con quien se había encontrado, pero que a pesar de ello, seguro que había buena gente donde ella residía.

En este punto, le he dicho que tenía que ir a trabajar- necesitaba un respiro-. Y entonces la señora me dijo, que yo, a mis veintipocos, le he dado una lección de la vida. Sea esta la vez primera que alguien me diga cosa semejante.

-Bueno, me voy que me tengo que ir a trabajar- habiendo salido ya del turko.

Me da las gracias y le respondo con un cuídese. Parto como alma que lleva el diablo.

Me ha dado lástima. No se si estará cuerda o no aquella pobre mujer. Quizás solo necesitaba un poco de atención. Me hubiera gustado llevarla a la residencia, decirle que algún día iría a verla y esas cosas, pero creo que no lo hubiera cumplido.

Después de esto he cogido el autobús y he renegado de mis míseras penas durante todo el viaje pensando qué será de esa señora.

Cero

Veintitrés de abril en la capital maña.

Sol radiante asomando por la ventana.

Velócidad mínima del viento, sin dirección.

Miles de malditos danzando en algún parque acompañados por algunos en busca de dragones de los que desprender rosas.

Mis amigos de la ciudad: Disponibilidad 0.

Voy a acabar pidiendo días extras en el curro. Me da igual, de gratis.