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Meditaciones fantasmagóricas

Aquella pobre mujer

Hoy, esperando a que me sirvieran un drum kebab, una pobre anciana le ha preguntado al camarero, turco, si se tiraba de un puente.

No he esperado la respuesta del enmarronado camarero y he invitado a la señora a no hacerlo.

Me ha estado contando que es mayor, que no tiene ganas de vivir, que no encuentra sentido a su vida. Le he empatizado, comentándole que yo, a veces, tampoco se lo encuentro, y eso que yo apenas he vivido la cuarta parte que ella. Pero que aunque halla pensado así, después llega un motivo, una alegría una sonrisa un algo que me hace olvidarlo y estar a gusto.

Me ha continuado diciendo que sus hijos le han robado, que la han metido en un asilo y han vendido su casa. Ella, al parecer, no ha visto un duro. Y los hijos, hasta que ella muera, tampoco podrán verlos.

Le parece que tiene poca intimidad en la residencia. Que los limpian demasiado, que no les dejan dormir y algún detalle omitible. Que tenía un amigo y más detalles omitibles, pero que ella no era la ... de nadie. Y que sólo la quieren por su dinero, mientras me ensañaba, la pobre mujer, anillos de oro, un broche que alguna vez fuera un colgante y un valioso viejo reloj.

Sus hijos, según me contaba ella, no van nunca a verla. Sólo quieren su dinero. Así como la gente que a ella se le acercaba.

E insistía, erre que erre, con el plan del suicidio.

Yo no sabía que decir, parecía nadie querer a esta pobre mujer. Aunque ella tampoco pretendía ser querida.

Le he propuesto que buscara amigos en la residencia. Y a pesar de las numerosas pegas que me ha puesto: las mujeres siempre cuchicheando por aquí y mi amigo, ahí lo he dejado y me he ido al parque... al final ha parecido hacerme algo de caso al decirle que había tenido mala suerte de con quien se había encontrado, pero que a pesar de ello, seguro que había buena gente donde ella residía.

En este punto, le he dicho que tenía que ir a trabajar- necesitaba un respiro-. Y entonces la señora me dijo, que yo, a mis veintipocos, le he dado una lección de la vida. Sea esta la vez primera que alguien me diga cosa semejante.

-Bueno, me voy que me tengo que ir a trabajar- habiendo salido ya del turko.

Me da las gracias y le respondo con un cuídese. Parto como alma que lleva el diablo.

Me ha dado lástima. No se si estará cuerda o no aquella pobre mujer. Quizás solo necesitaba un poco de atención. Me hubiera gustado llevarla a la residencia, decirle que algún día iría a verla y esas cosas, pero creo que no lo hubiera cumplido.

Después de esto he cogido el autobús y he renegado de mis míseras penas durante todo el viaje pensando qué será de esa señora.

2 comentarios

Rubén -

Sí, me imagino que es lo que querría y al escucharla yo se iría más contenta.

Esa amiga mía, por supuesto, es más maja que todas las pesetas juntas.

No tiene blog

un besote

Superbaturra -

Es una pena!! La verdad es que la mujer tiene razón en lo de que las residencias de ancianos deprimen al más pincho... porque vaya tela...
Seguramente solo quería que alguien le hiciera caso y escuchara sus lamentos, aunque nunca se sabe.

Cambiando de tema... esa amiga tuya que escribe parecido a mí... seguro que es más maja que las pesetas, ¿a que sí? ¿Tiene blog?