Hipnósis
Una vez asistí a una sesión de hipnósis que prepararon para fiestas del pueblo. Cómo será eso, no. Pues un amigo mío se presentó, probablemente con algún traguillo de más, para que le marearan la cabeza.
Siempre había tenido recelos sobre si lo de estas prácticas serían verdad o no, pero en poco tiempo se me pasarían dicho día.
El hipnotizador los durmió y todo ese que hacen en dichas sesiones. Luego hizo olvidar a todos su nombre, menos a mi amigo, quien sólo olvidó su apellido. Por este motivo le mantuvo castigado durante un tiempo de diez a quince minutos con la boca abierta. Formando una "O" mayúscula, vamos, del tamaño de una boca. Y el tío no movió la boca. Y entonces deduje, es cierto, la hipnósis funciona. Nadie es capaz de quedarse tanto tiempo boquiabierto y sin que le resvale la baba por la barbilla.
Luego un montón de jueguecillos con los cuatro o cinco hipnotizados: que si están todos desnudos, que si tú también; que si este zapato es tu hijo, ahora no... Y llegó prácticamente el final.
Hizo tiras de papel de periódico y les convenció, de que cada papel valía como el dinero. Entonces empezaron a discutir. Empezaron a rapiñear.
Luego, los tíos, no quisieron invitarnos ni a ún triste kalimotxo. Y al rato, tiraron los trozos de ese papel gris a la basura.
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