Droga
No quiero recordar cómo y cuándo llegaste a mí. No deseo recordar el modo en que lo hiciste. Pero se la influencia que de tí, partió hacia mí.
A pesar de que no veo indicios de que seas adecuado para mí, a pesar de los miles de libros que detractan sobre tí y a pesar de que mi mente me dice que no saldré beneficiado de tí, te necesito.
Necesito probarte. Necesito inhalar tus propiedades. Que cambies el sentir de mi pecho, el ritmo de mi corazón, el color de cuanto me rodea. Aunque sea un sólo instante, que cambies mi realidad por una nueva fantasía ya vivida anteriormente. Me gusta que cambies mi entorno sin apenas tocarlo.
Pero me molesta cuando la fantasía deja de fantasear. Me entristece que te escapes de mí dejando un arduo paisaje que se colorea de un gris oscuro. Que te escapes dejando mis ojos vidriosos y húmedos.
Cuando no te recuerdo, estoy bien. De buen rollo con los colegas, pero, al poco, regresas a marear la perdiz y mi rostro se muestra distinto. Preocupado por algo que los allegados no materializan, pero saben que algo pasa.
A veces, deseo decirte adios en forma de espiral de desagüe y no verte nunca más. Pero mi pensamiento me traba con un homínido parlanchín que desde el hombro me susurra al oído sin dejarme olvidarte un día sin descanso con el siguiente.
En el trabajo la actividad mantiene mi mente en otros lares hasta que dicha se acaba y vuelvo a pensar en tí. Hasta que te difuminas entre vapor, vasos de cristal y un cliente. Aún así, espero el momento en que reencontrarnos, que parece cada vez más cerca o lejano según mi ánimo.
Suelo pensar que puedo olvidarte, pero mi contradictoria razón me dice que me darás una muerte dulce tarde o temprano. Pero no encuentro el momento ni el como, además del lugar.
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