La Dama de Blanco
"Mis miradas se dirigieron de la mesa a una de aquéllas, a la que se había asomado una dama que, en este momento, me volvía la espalda. Me admiró la rara belleza de su silueta, y la gracia natural de su actitud. Era alta, pero no en demasía; esbelta y de admirables proporciones. Su cabeza, bien dispuesta sobre los hombros, tenía una cierta elegancia que no excluía de ella la firmeza. Su cintura era sencillamente perfecta, incluso para el hombre amante de la estética más exigente, pues ocupaba exactamente su lugar. Era de correctas proporciones y no parecía deformada por el corsé. La dama no advirtió mi entrada en el comedor, y durante algunos minutos pude recrear mi vista en la contemplación de tantas maravillas, hasta el momento en que moví una silla con objeto de distraer su atención. Rápida, se volvió hacia mí. La elegancia fácil de todos sus movimientos y de sus pasos casi felinos y firmes, al dirigirse a mi encuentro desde el lugar en que se encontraba, acentuaron mi impaciencia por ver de cerca su rostro. Había pensado antes, mientras estaba asomada a la ventana, que debía de ser morena. Ahora, al andar, pensé que sería joven. Pero al acercarse no pude por menos de exclamar interiormente, y no sin gran sorpresa mía, que era una mujer muy fea."
Wilkie Collins en La Dama de Blanco
1 comentario
Lameri -
"Es tal el vacío, insostenible... la letal desidia que amenaza, y siento por momentos la ausencia de tí. Carente de todo, disidente de nada, muero por impulsos de agonizante grillete, aprisionado por injustas manos, miro mil puertas, están ABIETAS a la oscuridad..."
Siempre hay que abrirlas, aunque encuentres oscuridad, es mejor que la luz artificial.
Besos